Punto de extracción #2



UNA VENTANA, NINGÚN ESCAPE.

Capitulo 2


Se aproximó hacia aquella habitación tan tétrica, la detestaba, parecía el mismo infierno ahí adentro, por más que no lo quería pensar, era inevitable. Samantha estaba acostada de medio lado, espalda a él, y lo agradecía no quería ver el rastro de la muerte en la cara de su madre, entre más rápido limpiaba, mas rápido se iba. Se ocupó de recoger las vendas llenas de sangre, las sabanas que tenía que lavar, se acercó hacia la ventana donde la libertad le gritaba frente a la cara, la luz tan clara y radiante que le faltaba tanto a aquella habitación.

—Hijo…—la voz de su madre le congeló la sangre, sintió como el escalofrío bailaba por todo su cuerpo, erizándole cada vello de su piel. Tragó saliva y se dio la vuelta, encontrándose a su madre con aquellos ojos tan azules y tan turbios como el mar—Acércate, ven…

Con pasos apesadumbrados se acercó a su madre, estaba nervioso, la culpa, la pena y la rabia recorrían sus venas, sabía que no podía quejarse, no estaba permitido, no para él.

—Si te he molestado ya me iba—dijo Dilan afligido.

—No me has molestado, solo quería verte—la voz de su madre tan débil le agrandaba la nauseas que comenzaba a sentir—Tengo tiempo que no te veo.

—He estado ocupado—mintió—Solo he venido para arreglar las cosas…
—Ya no me lees…

—Tengo muchas cosas que hacer ahora—volvió a mentir, su madre hizo el mayor esfuerzo para coger su mano, tan fría, tan gélida, tuvo el instinto de retirarla pero el temor lo colmaba por completo

—Siempre tienes cosas que hacer—dejo de hablar cuando la sangre se juntaba con su saliva y tosía desenfrenadamente, no se inmutó no era la primera vez, siempre ocurría—Ya no tienes tiempo para tu madre…

—Mantenernos no es tarea fácil—reprochó y se maldijo por ello.

—Dilan…—susurró su madre aun sosteniendo su mano, la piel quemaba bajo aquella mano, quería quitarla y largarse de esa habitación cuanto antes.

—Ya lo sé… lo siento—se sentía ahogado, sostuvo la mano de su madre unos segundos que parecieron eternos y la vio a los ojos—Tengo que retirar las cosas…

— ¿Podrías venir a leerme algo? Quizá lo que has escrito últimamente, sabes que me hace feliz—una sonrisa débil y llena de dolor se dibujó en los labios de su madre—Por favor…—suplicó

—No te prometo nada—dijo Dilan retirando aquella mano que lo apresaba—Tratare de terminar temprano y vendré, no he escrito nada pero te leeré algo viejo.

—Intentare dormir entonces para estar lista—ella miró con penumbra su mano que antes sujetaba a su hijo, pestañeo varias veces para ocultar aquellas lagrimas y lo volvió a mirar—Te esperare.

Dilan no dijo nada más, se dio la vuelta, recogió todo y salió de aquella habitación respirando bocanadas rápidas de aire, casi ahogándose, sentía que había mantenido la respiración por un largo tiempo y que justo ahora, después de salir de aquella habitación, podía respirar de nuevo. 

Henna mirando de reojo por la puerta de su habitación que se encontraba hasta final de pasillo como si de hospital se tratase—Que muchacho tan impertinente, por esto es que ahorro de tener criaturas que no sean de utilidad. —Dijo Henna en su mente

Aun quedan un par de meses para que Dilan ocupe parte de su tiempo a la universidad. Mientras, lo tendré yo que soportar aquí. Dilan miro en dirección a las escales percatándose de que su tía estaba ahí, observando sin más.

— ¿Sucede algo? —dijo Dilan con voz de haber comido chill picante

—No, te recuerdo que estas bajo mi techo tanto tu, como mi hermana. Puedo estar en donde quiera, el tiempo que quiera y ver a donde quiera, así que mejor continua en tus actividades y deja de perder el tiempo ahí parado si ya terminaste.

Silenciado nuevamente por la misma conversación Dilan se dirigió al sótano, y lanzó en la lavadora el juego de sabanas que retiró y tiró a la basura el resto de los utensilios,más que una obligación se está transformando en una esclavitud de deseos no encontrados, Dilan alza la mirada para tomar un suspiro y ve una tela de araña justo sobre su cabeza, donde un pequeño insecto lucha por liberarse

— ¡Vaya! así es justo como me siento... —Dijo Dilan entre dientes—Tengo que terminar esto e ir a prepara la comida o Henna se va a poner como un ogro.

Subiendo a la planta principal se detiene un momento a pensar en su ausencia de felicidad real. Después de 5 segundos regresa a la realidad con un grito de Henna indicando que el desayuno no se prepara solo.

—El estomago de esta mujer es como un agujero negro con una sonrisa en su rostro—replicó Dilan.

Retoma su camino en dirección a la cocina que queda a dos puestas de la escalera del sótano, ubica el delantal para no llenar de comida su ropa. Después de todo, cocinar es una de las cosas que le gusta hacer, solo que desearía que no fuera para personas como su tía a las que le preparase la comida. Pues no es que pueda escoger así que solo coloca música. Un poco de instrumental para el alma, Hans Zimmer es su selección para comenzar, una tras otra pista suena por el periodo de hora y media.

—Bien, ya está listo—Dijo Dilan con una risa dibujada en su rostro, solo que no demoro más de dos minutos en desaparecer, nada mas en pensar que ese esfuerzo no lo toman en cuenta. Los talentos ocultos de Dilan reposan en silencio... No se da más vuelta a la cabeza y da a probar el primer bocado de su propia creación sin llamar a nadie a la mesa.

— ¡Vaya! ¡Vaya! Parece ser que no solo es mal portado, sino que también come y hace cosas a mi espalda... —Dice Henna a través de la puerta.

— ¡El colmo! esta mujer está en todos lados—dice Dilan en su mente.

—Bueno... ¿Qué esperas para preparar la mesa? —preguntó Henna rápidamente, sin dar chance a una posible respuesta.

—Okay, lo haré solo porque yo también tengo que comer... — replicó Dilan, adentrándose de inmediato en un desayuno sin palabras, reinando así solo el sonido de los cubiertos al pasar por los platos, pues ya no era nada de otro mundo que fuera así cada mañana. 


Blog personal de Adicson Parra: Adicson Parra
Blog personal de Oriana Min: Un día con Oriana

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pensemos BIEN.

Cuatro de septiembre

Irónica monotonía